Páginas

jueves, 13 de agosto de 2015

EL GRAN MANDAMIENTO


AMARÁS A DIOS

“Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas (Marcos 12:30)”

Dios nos dejo una regla muy simple pero que a la vez nos abarca totalmente. Dios nos creo para amar con todo lo que somos. Responder a la pregunta de si amamos a Dios por lo general será de forma positiva y enfática, sin embargo si nos preguntan ¿Cómo es que se ama a Dios? ¿Cuál sería nuestra respuesta? ¿Sabemos cómo amar a Dios? Y tratándose del gran mandamiento la pregunta es aun más importante ¿Estamos amando a Dios correctamente? En Juan 14:15 encontramos una respuesta a esta interrogante “Si me amáis, guardad mis mandamientos.” Entonces para amar a Dios de forma correcta debemos comenzar por conocer cuáles son sus mandamientos y hacer su voluntad. Aunque parezca que las cosas se nos están complicando a los que hemos decidido cumplir con este gran mandamiento, no es así pues cuando comienzas a conocer a Dios y el porqué de sus mandamientos es imposible no amarlo.

Siempre hace bien ver el significado de algunas palabras, que aunque ya las conocemos en ocasiones nos deja claro lo que Dios quiere decirnos, veamos el significado de mandamiento: Orden o enunciado específico que pone a quien lo recibe en la obligación de cumplir; orden divina que demanda la obediencia del hombre.” En cuanto a la primera parte de este gran mandamiento ya estamos más claros, pero para cerrar esta primera parte veamos lo que pasa cuando amamos a Dios de forma correcta.

“El que tiene mis mandamientos, y los guarda, éste es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.” Juan 14:21 y en el versículo 23 de este mismo capítulo el broche de oro “…y vendremos a él, y haremos morada con él.” ¿Alcanzas a visualizar esto? Amando de forma correcta a Dios, Jesús amándote a ti, el Padre amándote a ti y morando contigo, que cosa más hermosa no crees, no te dan ganas de agradecerle a Dios el que siempre hay una consecuencia maravillosa.

Después de ver el resultado de amar a Dios de la forma correcta, como mencionamos con anterioridad, es imposible no amar a Dios con todo lo que somos, nuestra relación con Dios debe de ser sin reservas, hay que amarlo con cada una de las partes de nuestro ser; con nuestro corazón, nuestra alma, nuestra mente y nuestras fuerzas.

Amar a Dios con el corazón.

Nuestro corazón es la sede de nuestras emociones y sentimientos. Amar a Dios con todo el corazón significa buscar agradarlo, en un sentimiento puro y natural, donde podemos mover nuestras decisiones y nuestra voluntad para agradarlo. Cuando uno ama de corazón, no cuesta nada hacer lo que el ser amado nos pide. Cuando se ama a Dios con el corazón sus mandamientos no son pesados. El sacrificio es placer y el trabajo es satisfacción. “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:3) Los que aman a Dios con el corazón encuentran gozo en cumplir sus órdenes, seguir su consejo, porque saben que son para su propia protección.

El corazón es un núcleo afectivo. En él están las raíces de todos los amores. Hay amores que dentro de los mandamientos de Dios son legítimos (al esposo(a), a los hijos, a los amigos, etc.) y pide que se integren y vivifiquen en el amor a Dios. Amar a Dios con todo el corazón significa no permitir que Él tenga rivales dentro de nosotros, como el amor a otros dioses o al dinero por citar algunos ejemplos de amores rivales. Hay que purificar constantemente nuestro corazón de estos amores y de todo amor que no pueda ser reconducido al amor a Dios pues estos son falsos amores, idolatría, “falsos dioses”. Y uno no puede ser monoteísta en creencia y politeísta de corazón.

Amar a Dios con el alma.

Alma viene del hebreo “néfesh” y del griego “psique”; que en ambos casos se refiere al aliento de nuestra vida. El alma es lo que anima y vivifica nuestro ser. Así como el corazón es el núcleo afectivo de la persona el alma es su motor donde están las motivaciones.

Entonces cuando Dios nos pide amarle también con el alma, está diciendo que le amemos con nuestra vida, que Dios sea la motivación fundamental de nuestro obrar. Amar a Dios con toda el alma es ofrecérselo todo a Él. Usemos nuestra lengua para alabarle, nuestros pies para llevar el evangelio, nuestros hombros para llevar responsabilidades y nuestras manos para levantar al caído, el alma es la sede de la existencia propia de la vida misma, la vida diaria entregada al servicio de Dios, es ofrecerle nuestras capacidades, talentos, etc.

El apóstol Pablo lo describe perfectamente en 1 Corintios 10:31 “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.” Y en 1 Pedro 4:11 también se nos exhorta para que en todo sea Dios glorificado.

Amar a Dios con la mente.

Significa, ante todo, recordar a Dios; es decir, volver a Él constantemente con el pensamiento. Amar a Dios con toda la mente hace de Él la idea madre de nuestros pensamientos y ocurrencias; la Verdad que fundamenta nuestras convicciones y certezas; la Luz que ilumina nuestras vidas. Incluso amar a Dios con toda la mente es una parte central de este gran mandamiento (Deuteronomio 6:1-9) donde Dios nos pide reiteradamente recordarlo, no olvidarlo, transmitirlo por generaciones, hablarlas estando en casa, por el camino, al acostarte, atarlas en tu mano, etc. En pocas palabras no olvidarlo.

Por otro lado en la mente es donde todo inicia, es donde están nuestros pensamientos, para decidir lo bueno primero debes pensarlo, para conocer cuáles son los mandamientos debes recordarlos, utilizar tu inteligencia, entonces si amamos a Dios con nuestra mente debemos de buscar una buena influencia para nuestra mente. Acércate a su palabra y ponla en práctica para que ese conocimiento te renueve y guíe hacia lo que agrada a Dios y de esta manera podrás amarlo con toda tu mente, como lo refiere en Efesios 4:23 Y renovaos en el Espíritu de vuestra mente.

La mente es uno de los lugares preferidos donde satanás pretende minar, hace de todo para llevarte a que pienses, desees y termines haciendo lo malo. Amar a Dios con nuestra mente entre muchas otras cosas implica someter nuestros pensamientos para agradar a Dios.

Amar a Dios con nuestras fuerzas.

Y finalmente amar a Dios con todas nuestras fuerzas, implica que nuestro amor a Dios debe ser mucho mayor a todos o a todo, total y completamente. Nuestras fuerzas son la sede de las energías, de la vitalidad, de la dedicación, etc. Aquí es donde entendemos que nadie podrá llenar nuestra vida sino solamente Dios

Así amo Abraham a Dios que renuncio a su tierra y su parentela para hacer la voluntad de Dios. (Génesis 12:1); En Hebreos 11 se citan varios personajes que mostraron este tipo de amor hacia Dios que por la fe hicieron grandes cosas. Así amaron algunos discípulos de Jesús “Dejándolo todo” (Lucas 5:11 y 27-28). El Apóstol Pablo puede ser un gran ejemplo, solo con leer lo que escribió a los Filipenses:

Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe.” Filipenses 3:7-9

En fin ahora vemos porque es llamado “EL GRAN MANDAMIENTO” el amor a Dios debe traducirse en actos de amor. Porque es entregarse total y completamente a Él, con nuestros sentimientos, con nuestra vida, nuestros pensamientos y nuestra fuerza. No solo de labios sino demostrándolo al guardar sus mandamientos.

Y para concluir saquémosle provecho a este tema, podemos optar por la puerta fácil o tierna, al citar que nosotros le amamos porque Él nos amo primero (y es cierto, incluso será nuestro próximo artículo) y de esa cita desprender una doctrina cómoda, que la salvación es por gracia (que también es cierto) y mil cosas más, pero si queremos toparnos con pared, hacer un alto y recapacitar, respondamos a la pregunta.

¿REALMENTE AMAMOS A DIOS? ¿Hasta dónde lo amamos?

Si somos honestos nos daremos cuenta que en muchas ocasiones en realidad amamos muy poco a Dios y eso si debiera dolernos, humillarnos y pedirle perdón de lo poco que lo amamos cuando no guardamos sus mandamientos, hasta donde lo amamos; con nuestro corazón, el alma, la mente y nuestras fuerzas. El Apóstol Pablo nos cuestiona de la siguiente manera:
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. Romanos 8:35-39

En aquellos tiempos los creyentes pasaban por muchas cosas difíciles y nada los separaba del amor que sentían por Cristo, pero no vayamos tan lejos solamente recapacitemos en nuestras acciones del día a día, recordando que amor a Dios es igual a guardar sus mandamientos.

¡¡¡ES HORA DE DEMOSTRARLE A DIOS CUANTO LE AMAMOS!!!

www.enviandovida.com

Recibe palabras de vida, actualización de nuestros artículos, promociones y mucho más. Regístrate en www.enviandovida.com